V I L L A R de CASOMERA
Agosto 2013
Villar es un pueblo de la
parroquia de Casomera, en el concejo de Aller. La Wikipedia recoge que tiene 9
habitantes, según el padrón de 2010, y que se encuentra, aproximadamente, a una
altitud geográfica de 720 metros sobre el nivel del agua del puerto de mar de
Cuérigo.
Inmediatamente surge la
pregunta del por qué trasladamos
nuestros caballetes hasta Villar. Y no fue por ninguna de las cosas que, sin
cesar, se ronronean en la zona. Ni
porque hubiera sido el punto de partida de nuestro Brigadier de Indias, Féliz
D´Ordonez y sus huestes alleranas, desde La Fontona hacia las Américas. Ni
porque se comente que la famosa silla, sedem miraculo, en la que se obra el
milagro de quedar embarazada aquella mujer que sobre ella aposente su trasero, se haya trasladado desde Lucca,
en la Toscana, a la iglesia local. Ni porque se insista, machaconamente, que fue allí donde aterrizó inicialmente el
OVNI que luego bajó a repostar a Entrepeñes. Ni porque la próxima modificación
del Código Civil que propone el ministro de justicia va a ser denunciado como
un calco del Permu local. Ni porque hayamos sido atraídos por la curiosidad de
inspeccionar in situ el denominado
Parque Tecnológico de Aller, a raíz de asentarse en el pueblo una pareja de
ingeniero madrileño y escritora alemana,
despachando proyectos y guiones, respectivamente, por vía telemática a todo el
planeta, y la empresa de diseño gráfico de Camilo. De ninguna manera.
Podría ser suficiente el
hecho de que tres de los pigmentaores sean alleranos. O que la suegra de uno de
ellos fuese maestra del pueblo hace muchos años. O que la esposa de otro sea
natural de la cabeza parroquial, Casomera. Tampoco. Serían, en todo caso,
circunstancias añadidas. La razón principal, creerlo, es que nuestro Pepín tiene una casa en Villar.
Y si en las demás salidas tuvimos
que enfrentarnos inicialmente al interrogante que nos llevaba tiempo responder,
el ya mencionado en otra entrada, del …a ónde vamos hoy?, esta vez fijamos fecha
fija para la salida, pasara lo que pasara , de tal forma que , llegado el
momento , pillamos los bártulos y nos encaminamos hacia Villar.
El día, reluciente, como durante todo el
verano, nos esperó en Villar con un calor de justicia. 40º. Así que nos
acomodamos en distintas sombras por el pueblo, como buenamente pudimos,
contando con la inestimable colaboración de toda la población del lugar (los 9
vecinos) que, gratuita y reiteradamente, nos facilitaron el botijo, para la
refrigeración personal, y la regadera,
para lo propio con los tiesos papeles Arches que iban a soportar nuestras
acuarelas.
La Iglesia, fue la refencia de alguno
Guillermo
Tino
Alfonso
Tino, en un dos x uno
El aledaño del pueblo, fue otro enfoque
Por ejemplo, para Javier Hernández
Así quedó su acuarela
Javier Cuevas, optó por idéntico tema
Camilo, inmortaliza el momento
Por si acaso el retorno
resultaba a deshora, nos aprovisionamos de alguna vianda. Chema, el de la
Casanueva, le facilitó a Guillermo un buen pegote de su alegre picadillo y en
Cabañaquinta, de la que pasábamos, nos apurrieron una empanada recién hecha.
Pero, eso no fue nada para la pitanza que nos organizaron en su jardín, al
atardecer, los anfitriones, Pepín y
Mary. Merienda por todo lo alto (720 metros, recordar), sidra de casa,
tortillas, quesos, nuestros picadillo y empanada .. y hasta el postre típico de la zona, panchón. Todo, en un ambiente en el que no faltó nada. Ni nadie. Los pintores, los
anfitriones, los representantes del Parque Tecnológico y hasta un improvisado
gaitero, para epilogar con sones asturianos una tarde/noche inigualable